Por haberse distinguido en el ejercicio de su cargo y contribuido al fortalecimiento de las relaciones bilaterales, la hermandad y la solidaridad entre su natal Argentina y Honduras, se confirió a Juan José Castelli, embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Argentina, la condecoración de la Orden Francisco Morazán en el Grado de “Gran Cruz Placa de Plata”, entregada por el canciller, Eduardo Enrique Reina.
El aislamiento obligado que llevaba a profundas soledades y a reflexiones en aquellos primeros meses del 2020, cuando recorría las calles desiertas de una Tegucigalpa desconocida, “caminaba así, entre el calor y la esperanza, de un rápido retorno a la normalidad”.
Así relata el Embajador Castelli su experiencia ante la llegada de la pandemia del covid-19, tiempos en los que descubrió las cuatro estaciones exhibidas en la Plaza Central capitalina, así como la escultura del General Francisco Morazán.
“Reflexioné intensamente en aquellos días, sobre la importancia vital del General Morazán en la construcción institucional de Centroamérica, lo que su humanidad representó y representa”.
Aunque su gestión diplomática se basara en asuntos laborales e iniciativas de cooperación, en su discurso de despedida, el embajador Castelli prefirió referirse a las sensibilidades y emociones vividas durante los seis años que vivió en Honduras: recepción en el puente Choluteca, curiles de los manglares y San Lorenzo, atardeceres en Coyolito, la belleza de las calles y plaza central de Lempira, el olor a café de Santa Bárbara y Marcala, la majestuosidad de Copán, la emprendedora “Jan Pedro”, donde deja amigos y proyectos concretados.
Recordó las bellezas de Tela, del Parque Nacional Jeanette Kawas y las grutas en Punta Sal; la hospitalidad y los carnavales de La Ceiba, así como los Cayos Cochinos, “donde pasé uno de los mejores días junto a Olivia y Lorenzo, mis hijos, y fuimos bien recibidos por nuestros amigos garífunas”.
El homenajeado también prometió no olvidar a Trujillo y su histórica puerta de piedra al mar, ni la emoción que le produjo Olancho y Danlí con sus llanuras llenas de ganado “que me transportaban nostálgicamente a las pampas argentinas”.
El listado incluye las tres joyas de belleza extraordinaria que son Roatán, Utila y Guanaja, lugares donde disfrutó vacaciones “y aspiro poder disfrutar más en el futuro”.
No podía dejar por fuera a Tegucigalpa, “donde he vivido seis de los mejores años de mi vida”.
El Canciller Reina reconoció que el Embajador Castelli ejerció sus funciones con denuedo e intensidad, que desplegó su profesionalismo como diplomático de carrera para acercar y consolidar la amistad entre Honduras y la República de Argentina: ambos con sociedades plurales donde sus gobiernos, presididos por Alberto Fernández y Xiomara Castro, tienen los objetivos similares de perseverar en una autodeterminación política cada vez mayor, lo que conlleva la libertad de pensamiento y expresión, entre otras libertades fundamentales, así como luchar por la justicia social y el combate a la desigualdad.
“Durante el sexenio de su presencia entre nosotros, hubo una mayor dinámica de cooperación y el eje Buenos Aires-Tegucigalpa ha salido favorecido. También agradezco su interés personal en abrir las puertas de la embajada de Argentina a fin de exhibir las obras de varios artistas plásticos locales, una iniciativa particular suya muy valorada por la comunidad de pintores”, manifestó el Canciller Reina.
El embajador Castelli será sustituido en el cargo por el embajador, Pablo Vilas, con quien se espera se profundicen y amplíen los lazos de amistad existentes entre ambas naciones.
Honduras otorga la Condecoración de la Orden Francisco Morazán en el Grado de “Gran Cruz Placa de Plata” como símbolo de alto honor y de reconocimiento, y se les confiere a los hondureños por eminentes servicios prestados a la patria o a la humanidad, o por virtudes cívicas, científicas o artísticas, o a extranjeros a quienes, en igualdad de méritos con los nacionales, el Poder Ejecutivo considere acreedores a este honor.