Algunos mafiosos italianos se van a vivir en los trópicos, pero los peces gordos se quedan en el país para seguir reinando en la sombra, aunque eso implique permanecer recluidos en sus escondrijos gran parte del tiempo.
– Morir en la cama –
Los “escuadrones de cazadores”, unidades especializadas del cuerpo de carabineros, rastrean incansablemente a jefes del crimen organizado de Sicilia o Calabria que han pasado a la clandestinidad.
En el corazón de los pueblos y aldeas donde nacieron y cometieron sus primeros crímenes de sagas a menudo sangrientas, cuentan con la protección de cómplices incondicionales, aunque siempre están expuestos a una traición.
“Ir a la cárcel para un mafioso es un fracaso. El mafioso quiere morir en su cama, no en una celda”, dice a AFP el periodista especializado Attilio Bolzoni.
Sin embargo, dos de los más temidos padrinos de la mafia siciliana, Toto Riina y Bernardo Provenzano, murieron en la cárcel.
El mismo final le espera a Matteo Messina Denaro, detenido el lunes tras 30 años prófugo, quien se ocultaba a pocos kilómetros de su ciudad natal, Castelvetrano.
El último padrino de la mafia siciliana ocupaba un apartamento reformado y según los vecinos de Campobello di Mazara salía de día a tomar un café en el bar local, a comer pizza y hacer compras.
Se movía con papeles falsos y se hacía pasar por médico. Otros usan pelucas, se visten como mujeres, se someten a operaciones cosméticas.
La temida Cosa Nostra es ahora la sombra de sí misma, decapitada por el Estado como respuesta al asesinato en 1992 de los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino por orden de sus mayores padrinos, entre ellos Messina Denaro, quien fue condenado por ello a cadena perpetua.
El “príncipe de Castelvetrano”, como lo llamaban, optó por quedarse y no correr el riesgo de perder su poder. Quiso permanecer entre sus hombres cueste lo que cueste.
– Búnker y cabañas –
Los mafiosos en fuga en Italia a menudo se esconden en lo que se llama un “búnker”. Son sótanos convertidos en dormitorios, con baños y cocina, algunos en casas individuales, otros en fincas o pequeños edificios.
Se accede a través de entradas ocultas, detrás de muebles, alfombras, falsos pisos o de un espejo. Sus anfitriones suelen ser amigos, socios o familiares que los abastecen regularmente, con quienes juegan a las cartas o celebran la Navidad.
Según el periódico Il Corriere della Sera, los investigadores encontraron preservativos y cajas de Viagra en el escondite de Messina Denaro, por lo que evidentemente no le faltó la compañía femenina.
En 2016, dos líderes de la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, fueron descubiertos en un miserable “búnker” enclavado en la montaña, en medio de un bosque, donde “vivían como animales”, según explicó el fiscal.
Toto Riina, el capo de Corleone, apodado “La bestia” por su fiereza, vivió en el centro de Palermo hasta su detención en 1993 en una “villa-búnker”.
– Cómplices a alto nivel –
“Un prófugo, entre los más buscados en el mundo, necesita protección y dinero”, analiza Anna Sergi, criminóloga, a propósito de Matteo Messina Denaro, cuyo patrimonio -por definición desconocido- se cifra en cientos de millones de euros, según la prensa italiana.
Además de su familia y sus secuaces, los mafiosos han beneficiado durante mucho tiempo del apoyo de personalidades de alto nivel del Estado y de los partidos políticos.
Cuentan con cómplices entre la policía, la justicia, las empresas y hasta en la Iglesia.
“Tienen conexiones en todas partes. Los informan sobre los operativos policiales, pero sobre todo se se pueden esconder por años”, explicó a AFP el escritor Roberto Saviano.
“Pueden contar con una red de personas que arriesgan la vida para protegerlos, porque les pagan generosamente o porque son objeto de chantajes”, asegura Sergi.