El lento final del gigante A23a

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ANTÁRTIDA. — El iceberg A23a, considerado durante décadas el más grande del planeta, se encuentra en proceso de desintegración tras haber recorrido miles de kilómetros desde su desprendimiento de la plataforma de hielo Filchner-Ronne en 1986.

A principios de 2025, este coloso pesaba cerca de 1 billón de toneladas y cubría casi 4.000 km², una superficie 50% mayor que la de Luxemburgo.

Sin embargo, su deriva hacia el norte, impulsada por la corriente circumpolar antártica, lo ha expuesto a aguas más cálidas del océano Austral, provocando una pérdida acelerada de masa.

Según el servicio europeo Copernicus, su tamaño actual se ha reducido a 1.770 km², con una anchura de 60 km. Científicos del British Antarctic Survey advierten que el iceberg “se está pudriendo desde la raíz” y que podría volverse irreconocible en cuestión de semanas.

Durante más de tres décadas, A23a permaneció encallado en el mar de Weddell, pero en 2020 comenzó a desplazarse lentamente. En marzo de 2025, volvió a encallar cerca de la isla de Georgia del Sur, generando preocupación por su posible impacto en colonias de pingüinos y focas. Finalmente, logró rodear la isla, pero perdió más de un tercio de su masa en el proceso.

La fragmentación del iceberg ha sido monitoreada por satélites y misiones aéreas, que han documentado la formación de tres grandes bloques desprendidos, con superficies entre 60 y 300 km². Expertos rusos estiman que el A23a ha perdido más de 1.000 km² solo durante el verano boreal.

Aunque la formación de icebergs es un fenómeno natural, los científicos advierten que el ritmo de desprendimientos en la Antártida se ha acelerado, probablemente como consecuencia del cambio climático inducido por actividades humanas. El caso de A23a se convierte así en un símbolo visible del calentamiento global y sus efectos sobre los ecosistemas polares.