El espectacular cráter, a unos 260 kilómetros al norte de la capital Ashgabat, hay que buscarlo en el desierto de Karakum, no precisamente un enclave en las rutas turísticas. Pero pese a su difícil acceso y el hecho de que Turkmenistán es uno de los países más cerrados del mundo ha logrado convertirse en un rincón buscado por los amantes del misterio, amén de uno de los destinos más populares del país en la antigua ruta de la Seda
No es para menos. La llamada Puerta del Infierno, de al menos 60 metros de diámetro y unos 20 metros de profundidad, ha estado en llamas durante décadas.
Probablemente demasiadas cuando hablamos de una gigante caldera de gas natural. De ahí que el presidente del país de Asia Central haya decidido extinguir el incendio de una vez por todas o, al menos, estudiar cómo se puede lograr.
Gurbanguly Berdymukhamedov apela a razones ambientales y de salud. Se estima que en esta área del poblado de Darvaza viven unas 350 personas. Aunque el país no esconde su deseo de aumentar sus exportaciones de gas.
Pese a su aspecto sobrenatural, el cráter parece producto de la intervención humana. En 1971, unos geólogos soviéticos en busca de petróleo excavaron por equivocación en una balsa inmensa de metano. El terreno se desmoronó a sus pies, según relata Neil Gaiman en su bestseller Atlas Obscura.
“Para evitar una posible catástrofe ambiental, los geólogos prendieron fuego al hoyo”. Esperaban que se apagara en unos días, pero el cráter lleva ardiendo desde entonces.
Esta es la versión más extendida de los hechos, si bien el misterio aún planea sobre el origen del cráter de Karakum. De acuerdo a la BBC, el explorador canadiense George Kourounis examinó las profundidades del cráter en 2013 y determinó que en realidad nadie sabe cómo empezó. Y según geólogos locales, el enorme cráter se formó en la década de 1960, pero no ardería hasta los años 80 del siglo pasado.