Caracas. — En una maniobra militar sin precedentes en la región, el gobierno de Estados Unidos ha desplegado tres destructores lanzamisiles frente a las costas de Venezuela como parte de una operación de gran escala para frenar el tráfico de drogas hacia su territorio.
La misión, que involucra cerca de 4.000 marines, aviones de patrullaje P-8 Poseidon, buques adicionales y al menos un submarino de ataque, busca interceptar cargamentos ilegales que, según Washington, “envenenan a la población estadounidense”.
Los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, todos de la clase Arleigh Burke y equipados con el sistema de defensa Aegis, están diseñados para rastrear múltiples amenazas aéreas y marítimas de forma simultánea.

Las embarcaciones permanecerán en aguas internacionales durante varios meses, realizando tareas de inteligencia, vigilancia y, si se autoriza, ataques selectivos contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico.
El presidente Donald Trump ha intensificado su política de combate frontal contra los cárteles latinoamericanos, a los que ha designado como organizaciones terroristas internacionales.
Entre ellas figuran el Cartel de Sinaloa, la pandilla venezolana Tren de Aragua y la salvadoreña MS-13.
La reacción del gobierno venezolano no se hizo esperar. El presidente Nicolás Maduro denunció “la insólita amenaza de un imperio en decadencia” y movilizó a 4.5 millones de milicianos en defensa de la soberanía nacional.

“Venezuela defenderá nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras”, afirmó en cadena nacional.
Este despliegue militar se enmarca en una estrategia más amplia de Washington para reforzar la seguridad fronteriza y frenar el flujo de fentanilo y otras sustancias ilícitas que han generado una crisis de salud pública en Estados Unidos.
Analistas advierten que la operación podría tensar aún más las relaciones diplomáticas en la región y abrir un nuevo capítulo en la confrontación geopolítica entre Caracas y Washington.