Señor, sigue invitando, sigue llamando a todos aquellos que se deciden a conocerte mejor y por eso te preguntan: «Maestro- ¿dónde vives?»
¡Quiero vivir en tu casa por siempre, Señor!
¡Quiero vivir tu vida, amar lo que amas, servir como Tú!
Quiero quedarme contigo más allá de las «cuatro de la tarde» porque quien te ha conocido, jamás puede querer algo más: Tú eres mi todo en mi nada, porque sin Ti nada soy y nada tengo.
Quiero con voz firme y ánimo decidido decirte con todo mi corazón, mi voluntad y mi libertad: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
No te calles, mi Señor, sigue hablándome porque si no me sigues hablando me perdería por completo, temo tu silencio, pero sé que, sino callo las voces de mi corazón, todo lo habré perdido, porque no conocerte y no amarte es haberlo perdido todo.