No quedará piedra sobre piedra

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«Esto que contemplan, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.»
Señor, nos quieres abrir los ojos para que seamos capaces de distinguir lo efímero del mundo y lo eterno de tu Amor, y nos pones junto a aquellos discípulos que contemplan la majestuosidad del Templo.


Hoy son otras más maravillas del mundo, Señor, y la historia se repite, lo que parece eterno es destruido, pero Tú, tu Iglesia, a pesar de tantos que han querido destruirla, aún permanece, su fuerza no está en la obra de quienes construyeron templos hermosos, sino en el Amor que nos une a Ti, en las «piedras vivas» que formamos tu Iglesia, en la que tu Gracia nos une para ser un solo Cuerpo, el Tuyo.


Mi Señor, nos deslumbran las obras de los hombres y Tú vienes cada día en el mayor milagro que nuestros ojos pueden contemplar, y no nos damos cuenta, y te dejamos ¡esperándonos!
¡Abre nuestros ojos al milagro de tu presencia real en cada Eucaristía!


¡Tú, el Rey de Reyes y Señor de señores, el Alfa y el Omega, contra quien todos los poderes de la tierra son nada, eres nuestra fuerza, nuestra Casa, nuestro Camino y nuestra meta, ayer, hoy y siempre!

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