«Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»

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«Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»
¡Señor, gracias! ¡Gracias porque en tu infinito Amor por los hombres, has abierto tu Corazón a todo aquel que quiera escuchar!


Empezaste por el pueblo de la Alianza, es cierto, pero naciste en la Galilea, tierra de paganos, y aunque dijiste en un momento que habías sido enviado a «buscar a las ovejas perdidas de Israel», envías a tus apóstoles a llevar la Buena Nueva del Reino a todos los pueblos de la tierra.


¿Cómo no agradecerte, mi Señor, que abrieras tu Corazón a todos «los hombres de buena voluntad» como anunciaron los ángeles el día de tu nacimiento?


¡No hubo no habrá para Ti barreras ni prejuicios, ningún criterio humano ha impedido nunca que tu Misericordia llegue a todos los hombres! Verdaderamente el «Padre te lo ha entregado todo», y Tú, has entregado toda tu Sangre, tu Vida, por nosotros!


¡Gracias, Señor, gracias!
¡Haz mi corazón semejante al Tuyo, manso y humilde de corazón, para que cada día pueda ser testigo de la grandeza del Amor de nuestro Dios, Uno y Trino, manifestado en Ti, Jesucristo, Hijo único del Padre, mi Señor, mi Camino, mi Verdad y mi Vida!

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