Señor, Maestro, hoy como ayer, sales «a la orilla del lago», a nuestras periferias, y te sientas, con infinita paciencia para hacernos sentir la fuerza de tu Amor, la calidad de tu Palabra.
El asunto es que no basta acercarnos a escucharte. Somos conscientes que hay que dejar que tu Palabra se siembre en nosotros, eche raíces, crezca y produzca fruto.
No podemos acercarnos a Ti solo por pasar el tiempo, por curiosidad, por compromiso o para “cumplir” con una norma, pues tu Palabra se perderá cuando nos ocupemos de otra cosa, porque no logró echar raíces…
Tampoco podemos salir entusiasmados y dejar que la indiferencia, el cuestionamiento o el rechazo nos hagan dejar el mensaje como algo que incomoda; y mucho menos podemos abrazar tu mensaje de Amor, decidirnos a seguirte, y a la primera burla o rechazo, darte la espalda.
Señor, la única manera de ser tus discípulos y caminar contigo es escucharte y tomar la decisión de vivir guiados por tu Palabra.
¡Señor Jesús, habla, que tu siervo escucha!