El principio de una vida en paz y con esperanza, está en creer de verdad lo que el salmista te canta, Señor.
Si Tú eres mi pastor, ¿qué me puede faltar? No necesito de nada, si te tengo a Ti.
Porque ante la agitación de mi vida, ante el afán de robarle tiempo y darle sentido a una historia construida sobre el egoísmo y la autosuficiencia, Tú «me conduces hacia fuentes tranquilas y reparas mis fuerzas», reparas lo que el pecado ha dañado, las heridas que me he producido y que me han marcado.
También hoy nos dices: «vengan ustedes a un lugar apartado, para descansar», un lugar para estar contigo en la oración porque «aunque camine por cañadas oscuras, ningún mal temeré», si Tú vas conmigo, no necesito de nada más, porque estoy seguro que «tu vara» para guiarme y «tu cayado», para defenderme, «me dan seguridad».
Condúceme, Señor, llévame a sentarme a la mesa “que recrea y enamora”, para que alimentado de tu amor pueda «vivir por años sin término, en tu Casa».