«El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo… a una perla valiosa mezclada con otras joyas … a una red que recoge toda clase de peces…»
Un tesoro, una perla, una red que pueden pasar desapercibidos, hasta que los encuentra quien busca lo más valioso, quien no se conforma con cualquier riqueza, que está dispuesto a desprenderse de todo lo que hasta entonces era su riqueza, por adquirirlo, por trabajar con esa red y poder escoger la mayor cantidad de peces buenos que con ella recoja.
No importa el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo, lo que importa es alcanzar el tesoro más valioso.
Oh, mi Señor, que grande es tu sabiduría y con que paciencia nos enseñas el Camino hacia tu Reino, ese Reino que ya ha venido que está aquí, en Ti, para nosotros.
Pero tu enseñanza es clara: no podemos abarcarlo todo, no todo tiene el mismo valor y no podemos darle a todo, el mismo valor.
Saber elegir, saber optar, saber discernir… eso es, ¡saber renunciar!
¡Señor, no dejes que el oropel del mundo nos engañe!
¿Qué vale lo temporal frente a lo eterno?
Señor Jesús, ¡míranos con misericordia!
¡No permitas que las riquezas del mundo nos cieguen y nos impidan reconocer el verdadero tesoro que ha sido reservado para nosotros! ¡Envía tu Espíritu, Señor, y guíanos hacia Ti!