Treinta años después de que los fanáticos hindúes destruyeran una mezquita secular en Ayodhya -acto que provocó sangrientos disturbios interconfesionales-, los supremacistas tienen en la mira a otros sitios musulmanes como el Taj Mahal, joya arquitectónica y símbolo de India ante los ojos del mundo.
La mezquita Gyanvapi, erigida en el siglo XVII en la ciudad de Varanasi (antigua Benarés), en el estado de Uttar Pradesh (norte), es la más amenazada por los partidarios del Hindutva (supremacía hindú).
La semana pasada, según informaciones de prensa, se llevaron a cabo excavaciones ordenadas por un tribunal en el lugar de la mezquita, que habrían sacado a la luz un “Shiva Linga”, objeto de forma fálica, “signo” del dios Shiva para sus adoradores.
“Esto significa que es el sitio de un templo”, concluyó inmediatamente ante la prensa Kaushal Kishore, ministro de Estado del BJP, el partido nacionalista hindú del primer ministro Narendra Modi. “Los hindúes deberían poder ir a rezar”, añadió.
Los musulmanes ya tienen prohibido practicar sus abluciones rituales habituales donde se encontró la supuesta reliquia y temen que este lugar de culto islámico corra la misma suerte que la mezquita Babri Masjid de Ayodhya (Uttar Pradesh), construida en el siglo XVI.
Después de la destrucción de la mezquita en 1992, estallaron disturbios interconfesionales, entre los peores de la historia de India independiente, y más de 2.000 personas -en su mayoría musulmanas- perdieron la vida.
Estos acontecimientos sacudieron los fundamentos seculares del país e impusieron el nacionalismo hindú como fuerza política dominante, allanando el camino para la elección de Modi en 2014 como jefe del país, donde viven 200 millones de musulmanes.
– Orgullo nacionalista furioso y frágil –
Desde la década de 1980, el BJP apoya la construcción de un templo dedicado al dios Rama en el mismo lugar de la mezquita y Modi puso la primera piedra en 2020.
Desde entonces, extremistas hindúes acuden al Taj Mahal, construido por los mogoles -que gobernaron gran parte del subcontinente indio entre los siglos XVI y XI- y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Se agitan para obtener el derecho a rezar allí, argumentando que el monumento fue construido en el sitio de un antiguo santuario dedicado a Shiva.
Según Sanjay Jat, portavoz del Hindu Mahasabha -organización radical hindú-, el Taj Mahal fue construido en Agra (Uttar Pradesh) sobre un templo dedicado a Shiva “destruido por los invasores Mogoles”.
El mausoleo -erigido entre 1631 y 1648 por iniciativa del emperador mogol Shah Jahan para perpetuar el recuerdo de su difunta esposa Mumtaz Mahal- se convirtió en el símbolo universal del amor eterno, y la principal atracción turística del país, al que millones de visitantes indios y extranjeros acuden cada año.
Que el Taj Mahal simbolice a India ante los ojos del mundo entero siempre enfureció a los supremacistas hindúes. Hoy en día, ese resentimiento se expresa hasta el punto de amenazar abiertamente su integridad.
“Seguiré luchando por esto hasta mi muerte. Respetamos los tribunales pero, si es necesario, destruiremos el Taj y probaremos la existencia de un templo en ese lugar”, afirma a la AFP Jat, admitiendo que la reivindicación es infundada.
Este mes, se presentó una solicitud de un miembro BJP en Uttar Pradesh para obligar a la Agencia Arqueológica India (ASI) a abrir veinte recintos del Taj que supuestamente albergarían ídolos hindúes.
La ASI negó la existencia de tales objetos y el tribunal rechazó sumariamente la solicitud.
Audrey Truschke, profesora asociada de Historia del Asia meridional en la universidad de Rutgers (Estados Unidos), considera estas afirmaciones “tan razonables como decir que la Tierra es plana”.
No se plantea ninguna “teoría coherente” sobre el Taj Mahal, declara a la AFP la experta, que ve más bien en ello la expresión de “un orgullo nacionalista furioso y frágil, que no permite a nada no hindú ser indio y exige borrar la aportación musulmana en la herencia india”.