La cadena de supermercados Mercadona, un grupo de propiedad familiar que se ha impuesto como líder en España apostando por la reducción de costes y económicas marcas propias, se ha convertido en blanco de la izquierda radical en tiempos de subida de los precios.
Con cerca de 1.670 tiendas, 99.000 empleados y 3.000 proveedores que trabajan a toda máquina para mantener las estanterías llenas, la cadena originaria de Valencia (este), y que opera únicamente en la península ibérica, posee todas las características de una historia de éxito española.
“Es una institución” que goza de una “muy buena imagen de marca”, estima Luis Simoes, consultor especializado en cadenas de suministro, quien afirma que Mercadona es, junto a Zara, una de las marcas preferidas de los españoles.
Fundado en 1977 en un pueblo de la región de Valencia, el grupo minorista despegó cuatro años después cuando su actual director general, Juan Roig, se hizo cargo junto a sus hermanos y su mujer de la empresa matriz formada entonces por ocho tiendas de conveniencia.
Desde entonces se ha expandido rápidamente, hasta llegar a ser líder en distribución de alimentos en el país, con una facturación de 31.000 millones de euros ($33.300 millones) en 2022 y una cuota de mercado del 25,2%, muy por delante de Carrefour (10,1%), Lidl (6,6%) y Dia (4,5%), según la consultora Kantar World Panel.
– El cliente es “el jefe” –
Su éxito se explica por una estrategia basada en reducir los precios de productos que aspiran a ser de buena calidad. “No es la cadena más barata” pero muchos españoles “dicen que allí encuentran una buena relación calidad-precio”, apunta Luis Simoes.
Concebido por Juan Roig, figura empresarial de presencia habitual en los medios de comunicación, el modelo pretende hacer del cliente “el jefe”, a la vez que alienta a los empleados a implicarse en el trabajo con bonificaciones y participación en los beneficios.
Con guarderías gratuitas, contratos indefinidos generalizados y horarios estables para sus trabajadores, la empresa tiene una “inversión inusualmente alta” en “la formación y la satisfacción de sus empleados”, consideró hace unos años la economista Zeynep Ton en un artículo en la revista Harvard Business Review.
El éxito se explica también por los productos de marcas propias de Mercadona, con gran presencia en sus supermercados.
“Los producen proveedores dedicados, muchas veces pequeñas empresas a las que Mercadona ofrece contratos de cinco a diez años” para quienes representan “una oportunidad”, explica Luis Simoes.
Una oportunidad que no deja de tener sombras, ya que Mercadona es conocida por imponer condiciones drásticas a sus proveedores, algunas difíciles de mantener en el tiempo. “Las obligaciones (de los proveedores) son muy grandes”, dice Simoes.
– “Oligopolio alimentario” –
Este modelo, y su posición dominante en el mercado español, le ha valido críticas a Mercadona, sobre todo desde Podemos, partido de izquierda radical y socio minoritario de los socialistas en el gobierno de Pedro Sánchez, que ha tomado como blanco en los últimos meses a la cadena de supermercados.
Mercadona sigue una lógica de “capitalismo despiadado”, denunció en enero la líder de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, luego de que la empresa se negara a congelar los precios de una canasta de productos básicos, tal y como pedía el gobierno ante la alta inflación.
En mayo, Belarra acusó a Roig, cuarta fortuna de España con 3.800 millones de dólares de patrimonio según la revista Forbes, de ser un “capo” al frente de un “oligopolio alimentario” que “está especulando con los alimentos”.
Lo que llevó al jefe de la patronal española, Antonio Garamendi, a denunciar un “acoso” contra Roig y su cadena de supermercados, apreciada por los sindicatos.
Es “importante ser mesurado en las palabras”, opinó de su lado la ministra de Educación y portavoz socialista, Pilar Alegría.
Contactada por AFP, Mercadona puso en valor su decisión tomada a principios de abril de rebajar el precio de 500 productos de consumo cotidiano, por un importe de 200 millones de euros, y refirió a unas palabras de Roig en marzo, cuando afirmó que cada quién era libre de tener su opinión.