Gaza atraviesa un momento de aparente calma tras la disminución de los ataques israelíes, pero la población continúa enfrentando un panorama devastador.
La frágil tregua vigente desde inicios de diciembre ha permitido cierta reducción en los bombardeos, sin embargo, las condiciones de vida siguen siendo extremadamente difíciles.
La falta de electricidad, agua potable y refugios adecuados ha provocado muertes por hipotermia, especialmente entre niños y ancianos, en medio de un invierno particularmente severo.
A esta crisis humanitaria se suma un problema creciente: las municiones sin detonar.
Según organizaciones como Handicap International, los riesgos son “enormes” para los desplazados que intentan regresar a sus hogares.

Se estima que más de 70.000 toneladas de explosivos han caído sobre Gaza desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, dejando un legado de bombas ocultas entre los escombros.
El reciente caso de dos hermanos en el campamento de refugiados de Nuseirat, donde uno de ellos murió tras la explosión de un proyectil no detonado, ha generado alarma y temor entre los gazatíes.
Mientras tanto, la diplomacia internacional busca sostener la tregua. El enviado especial de Estados Unidos se reunirá en Miami con representantes de Qatar, Egipto y Turquía para discutir la implementación del acuerdo de Gaza, que contempla la liberación de rehenes, la entrada de ayuda humanitaria y la retirada gradual de fuerzas israelíes. Estos países, claves en la mediación, intentan garantizar que el alto el fuego se traduzca en mejoras concretas para la población civil.
Sin embargo, la situación sigue siendo precaria. La ONU advierte que la retirada de explosivos requerirá meses de trabajo especializado, mientras miles de familias continúan viviendo entre ruinas y con miedo a nuevas tragedias. Gaza, aunque menos bombardeada, permanece atrapada entre la devastación y la incertidumbre.