El quinto intento parece que será el bueno. Después de no lograrlo en cuatro ocasiones, Turquía es de nuevo candidata a la organización de la Eurocopa-2032 de fútbol, única aspirante para el evento y asociada con Italia.
Una de las competiciones deportivas más prestigiosas del mundo, es lo que el presidente Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002, sueña con ofrecer a su país, cuya población se debate en una grave crisis económica que mina su moneda y la capacidad de compra con una inflación del 60% en un año.
La respuesta está prevista el martes, al término de una reunión del comité ejecutivo de la UEFA, la instancia que rige el fútbol europeo.
El interés de Erdogan por el fútbol, deporte rey en Turquía, no es nuevo: el jefe de Estado jugó como semiprofesional en su juventud y es un aficionado confeso del Fenerbahçe de Estambul.
Recibir en casa la mayor competición deportiva de una Europa de la que denuncia sus “exigencias” y que insiste en no abrirle la puerta “desde hace 40 años”, supondría una coronación simbólica, una suerte de revancha.
Así pues, lo que está en juego trasciende de lo deportivo: “el deporte moderno siempre fue percibido como un medio para Turquía de forjarse una legitimidad y de alcanzar una forma de igualdad con las otras naciones del mundo occidental”, recuerda Daghan Irak, profesor universitario de medios y comunicación en la universidad inglesa de Huddersfield.
“Erdogan no se aparta de esta estrategia histórica”, añade este especialista en el fútbol turco.
A finales de 2002, Erdogan llegaba al poder como primer ministro cuando Turquía, asociada a Grecia -en un periodo de enfriamiento de las relaciones entre los dos países-, estaba eliminada de la carrera a la organización de la Eurocopa-2008, que se llevaron Austria y Suiza.
Lanzándose en solitario a la conquista de la edición 2012, vio cortado su paso por la dupla Polonia-Ucrania. Para 2016 fue Francia la que la adelantó. Por último, para la Eurocopa-2024, disputada en varios países, el informe de evaluación de la UEFA señaló “la ausencia de un plan de acción en el campo de los derechos humanos”.
– Estadios y derechos humanos –
Tras cuatro fracasos, Turquía, asociada a Italia, compite ahora protegida por la ausencia de competidores.
La situación de los derechos humanos no ha mejorado con la reelección en mayo del jefe de Estado, en el poder desde hace dos décadas: No ha mostrado clemencia ni ha anunciado una amnistía para las decenas de miles de opositores en prisión.
La Corte de Casación turca acaba de confirmar “la reclusión a perpetuidad agravada”, sin posibilidad de liberación anticipada y el aislamiento completo de Osman Kavala, mecenas y filántropo acusado de haber financiado las manifestaciones antigubernamentales de 2013.
“Desafortunadamente estas acciones continúan socavando las perspectivas de Turquía en la UE”, señaló el relator de Turquía en el Parlamento Europeo, Nacho Sánchez Amor.
En las candidaturas precedentes fueron los estadios los que lastraron la candidatura turca, pero ahora este problema está arreglado, asegura Bagis Erten, profesor de comunicación deportiva en la universidad Kadir Has, en Estambul.
“Si hay algo que el AKP (partido presidencial) sabe hacer, es construir. ¡Les encanta! Ahora tenemos realmente buenos estadios”, dijo