«¿Puede un ciego guiar a otro ciego?»

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Señor, con esta pregunta, nos llamas a detenernos, a ver nuestra condición antes de seguir adelante queriendo ser los primeros en darte la respuesta, creyendo que somos los dueños de la verdad, antes que reconocer que somos discípulos con mucho por aprender.


«¿Puede un ciego guiar a otro ciego?» nos preguntas, y luego, ante nuestra rapidez por juzgar a esos ciegos, nos señalas nuestro error: ¡no nos llamas a ver a los otros, sino a nosotros mismos!
A nosotros, que nos apresuramos a juzgar sin darnos el tiempo para escuchar, nos apresuramos a imponer “nuestra verdad”, “nuestro juicio”, sin querer reconocer qué podemos estar equivocados, que nuestros títulos, nuestros honores y posiciones sociales, políticas o económicas no nos hacen dueños de la verdad.


Tú, mi Señor, eres la Verdad, y tu Palabra, si la escuchamos con humildad y corazón dispuesto a dejarse enseñar, ilumina siempre nuestro camino.


Señor, necesitamos que sanes nuestra ceguera, que nos ayudes a ver «la viga» en nuestros ojos para poder luego, con humildad, poder ayudar a nuestro hermano a quitar la paja del suyo.


Ayúdanos, Señor, ayuda a los que ocupan cargos de autoridad, a los que tienen la responsabilidad de educar, a los que has llamado para dar a conocer tu Palabra, a hacerlo sin olvidar que somos discípulos y lo seremos hasta que nos encontremos contigo en tu Reino.


Señor Jesús, danos un corazón manso y humilde como el tuyo, un corazón que sepa escuchar, comprender, amar, como Tú, y luego envíanos cada día a iluminar los caminos con tu Palabra, como tus Discípulos Misioneros.

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