Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol

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«Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza».


Madre hermosa, tú eres la «figura prodigiosa» porque «el poderoso ha hecho grandes» en ti porque Dios obra maravillas en quién sabe hacerse pequeño.


Tú eres la «la mujer envuelta por el sol» porque el «Sol que nace de lo alto» encontró su morada en tu seno purísimo.

A ti te en envuelve el amor de tu creador que a ti te llama: ¡Madre!
Tú tienes «la luna bajo los pies» porque nada oculta el amor y la predilección de tu Señor. En tu Inmaculado Corazón nunca hay oscuridad, ni tiniebla; no hay miedo ni dudas… solo esperanza y fidelidad.
Estás coronada «de doce estrellas» porque Tú eres lo mejor de Israel.

Tú eres la «Nube del Desierto», Tú el «Arca de la Alianza», Tú la «Estrella de la Mañana» y la «Puerta del Cielo».


Tú, la joven doncella que «cubierta por la Sombra del Espíritu», es la Señora de la Visitación, de Caná de Galilea, del Pie de la Cruz… la preservada de toda mancha de pecado, eres el Sagrario más hermoso… eres también la preservada de la corrupción de la muerte: ¡La Asunta, la Reina, mi Señora y Madre!
Señálame siempre el camino para encontrar a tu Hijo y háblale de mí para que su Corazón Sagrado nunca olvide que esté pecador te tiene a ti por abogada y guía

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