Casi cuatro años después del inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, Ucrania atraviesa una guerra de desgaste que ha transformado su territorio, su economía y la vida cotidiana de millones de personas. Según estimaciones recientes, Rusia controla alrededor del 20% del territorio ucraniano, incluidos amplios sectores de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, aunque sus avances siguen siendo lentos, costosos y marcados por enormes pérdidas humanas.
El conflicto ha entrado en una fase prolongada en la que ninguno de los dos bandos logra una victoria decisiva. Informes internacionales señalan que Ucrania enfrenta un agotamiento militar y económico, agravado por la reducción del apoyo internacional y la presión para abrir negociaciones con Moscú. La fatiga de Occidente, sumada a cambios políticos en Estados Unidos y Europa, ha dejado a Kiev en una situación crítica: su economía depende casi por completo de la ayuda exterior, especialmente de la Unión Europea, luego de que Washington redujera significativamente su contribución financiera.
En el terreno, la guerra ha dejado miles de muertos y millones de desplazados, además de una infraestructura devastada. Las ciudades cercanas al frente viven bajo bombardeos constantes, mientras que la población civil enfrenta cortes de energía, escasez de servicios básicos y un mercado laboral colapsado. La reconstrucción, según expertos, podría tardar décadas.

A pesar de las dificultades, el Gobierno ucraniano insiste en que no cederá territorio y que su objetivo sigue siendo recuperar todas las zonas ocupadas. Sin embargo, analistas advierten que la prolongación del conflicto podría obligar a Kiev a considerar una salida negociada, especialmente si el apoyo internacional continúa debilitándose.
Para Europa, la guerra ha significado la mayor crisis de seguridad desde la Segunda Guerra Mundial, reconfigurando alianzas, presupuestos militares y estrategias energéticas. En el plano global, el conflicto ha marcado un precedente sobre la resistencia de un país invadido frente a una potencia nuclear y ha puesto a prueba la cohesión de Occidente.
Con ambos bandos atrincherados y sin señales de un alto el fuego cercano, la guerra en Ucrania se perfila como un conflicto prolongado que seguirá moldeando la geopolítica mundial durante años.