El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, visitó por primera vez la Casa Blanca para reunirse con Donald Trump en el marco de la organización del Mundial 2026, que será compartido por Estados Unidos, México y Canadá.
En aquella ocasión, Infantino sorprendió al mandatario con una tarjeta roja de gran tamaño, bromeando con que podría usarla “cuando quisiera echar a alguien”.
Trump, divertido, mostró la cartulina a los periodistas presentes, dando inicio a una relación que pronto trascendería lo protocolario.
Durante esa visita, Infantino también entregó a Trump una camiseta con el número 26, en alusión al Mundial que se celebrará en Norteamérica. El presidente estadounidense calificó el torneo como “el evento deportivo más importante del mundo” y aseguró que sería “muy especial” para su país.
La sintonía entre ambos se reforzó en encuentros posteriores. En 2025, Infantino volvió a la Casa Blanca para mostrarle a Trump el trofeo de campeón del Mundial, gesto que el mandatario recibió con entusiasmo, llegando incluso a levantar la copa y describirla como “una hermosa pieza de oro”.
Esta cercanía ha generado críticas en sectores que cuestionan la independencia de la FIFA frente a intereses políticos. Analistas señalan que la alianza entre Infantino y Trump refleja una estrategia de legitimación mutua: el dirigente deportivo asegura respaldo institucional para el Mundial 2026, mientras el presidente estadounidense capitaliza la visibilidad global del fútbol.
Lo que comenzó como un intercambio juguetón con una tarjeta roja se ha convertido en una de las alianzas más controvertidas del deporte contemporáneo, con implicaciones que van más allá del césped y que ponen en debate la relación entre política y fútbol.