Las últimas horas de lluvia intensa sobre la capital hondureña han dejado una estela de destrucción que va más allá de lo material. Una vida se ha perdido, decenas de viviendas colapsaron y miles de familias enfrentan pérdidas irreparables, en lo que autoridades ya califican como una de las peores emergencias desde el huracán Mitch.
La frase “Lo material se recupera, pero la vida no” se repite entre los escombros, pero en barrios como Ramón Amaya Amador, donde Luz Elena Triminio murió soterrada tras el derrumbe de su vivienda, el dolor se mezcla con la indignación. ¿Cómo se recuperan 40 años de esfuerzo, sacrificio y sueños construidos ladrillo a ladrillo en una ciudad que cada vez ofrece menos oportunidades?
Según datos oficiales de COPECO y la Alcaldía Municipal del Distrito Central, más de 2,000 viviendas han sido dañadas, 76 destruidas por completo, y al menos 15 personas han muerto en todo el país desde que comenzaron las lluvias a finales de septiembre. En Tegucigalpa, las pérdidas económicas superan los 300 millones de lempiras, afectando infraestructura vial, redes de agua potable, y colonias enteras como Reynel Fúnez, El Reparto y Cerrito Blanco.

La capital permanece bajo alerta roja, y las autoridades advierten que las lluvias continuarán en las próximas 48 horas. El río Choluteca ha crecido peligrosamente, y más de 260 colonias están en riesgo de deslizamientos e inundaciones.
En medio del caos, miles de hondureños se preguntan cómo reconstruir lo perdido en un país donde el acceso a vivienda digna, empleo y servicios básicos sigue siendo una lucha diaria. “¿Cómo le dices a alguien que lo material se recupera en un país donde las oportunidades nos las roban y se las dan a otros?”, expresó un vecino de Comayagüela, mientras recogía los restos de su hogar.
La emergencia exige más que asistencia inmediata. Requiere voluntad política, inversión en infraestructura resiliente y justicia social, para que el dolor de hoy no se repita mañana.