La visita del Real Madrid a Innsbruck, Tirol, dejó claro que la pretemporada ya marca el ritmo hacia una campaña exigente.
En un partido amistoso sin más historia que el golpear temprano el objetivo, el conjunto blanco goleó 4-0 a un modesto club local, adelantando cómo podría lucir su engranaje ofensivo cuando la pelota ruede en LaLiga y, más adelante, en la Liga de Campeones.
El partido tuvo un guión casi perfecto para el Real Madrid. En la fracción inicial, Eder Militao rompió la monotonía con un remate sobrio de cabeza a la salida de un tiro de esquina, inaugurando el marcador y estableciendo la tónica de dominio.
Apenas dos minutos después, Mbappé rompió la paridad con un doblete que dejó sin respuesta a la defensa local: un derechazo cruzado tras un contragolpe rápido y otro remate dentro del área que delineó un 0-2 contundente.
La maquinaria madridista mostró desde entonces una incursión constante por las bandas, apoyada por la creatividad de un mediocampo que trató de mantener la posesión para no perder la brújula.

Rodrygo, que ingresó en la segunda mitad, cerró la cuenta en el minuto 81 con una definición certera tras una pared bien meditada entre los lusos y las piezas de ataque incipiente del conjunto madrileño.
El entrenador Xabi Alonso, pese a la renta holgada, mantuvo la filosofía de trabajo de la plantilla: presión alta, transiciones rápidas y una defensa ordenada que no dio ventajas al rival.
Queda la sensación de un equipo que busca recuperar terreno tras una temporada sin títulos, ansioso por devolverle al escudo el brillo de antaño.
La próxima prueba llegará cuando el Real Madrid reciba en el Santiago Bernabéu a Osasuna para iniciar su actividad en LaLiga.
La afición espera ver continuidad, solidez defensiva y un aporte goleador constante que impulse al equipo en la lucha por regresar a lo más alto de España y de Europa.