La venezolana Yulimar Rojas, primera tricampeona mundial de triple salto, ha volado más lejos que nadie pero sin olvidar nunca que su humilde y esforzada infancia le enseñó que “ningún sueño es muy grande”.
Pocas horas antes de conseguir la gesta, con un salto de 15,47 metros en el Mundial de Eugene (Estados Unidos), Rojas publicó una serie de mensajes en Twitter para mostrar que es posible superar las adversidades hasta alcanzar incluso el olimpo deportivo.
“Justo aquí viví”, enseñó Rojas con una imagen en la que aparece en el terreno baldío donde antes se encontraba su vivienda en la barriada de Pozuelos, a las afueras de la ciudad costera de Puerto La Cruz (este).
En ese pequeño “ranchito”, como se llama en Venezuela a las viviendas de bloques y techos metálicos, amontonadas como las favelas brasileñas, vivía con otros siete familiares y en sus vigas colgaba las medallas que ganaba de adolescente.
“Cuando llovía, tambaleaba el techo y nos mojábamos, era uno de los momentos que me daba más miedo”, recordó la atleta.
“Aquí viví los primeros momentos de inspiración, viendo en mi televisorcito a las muchachas del sóftbol y voleibol en (los Juegos Olímpicos de) Beijing 2008 y luego a (el esgrimista Rubén) Limardo quedando campeón en Londres”, relató.
“Dentro de mí había una fuerza de superación, que me impulsó a entrenar cada día”, explicó. “Donde quiera que leas esto, quiero que sepas que ningún sueño es muy grande, ningún camino se hace de la noche a la mañana, sigue tus sueños, siempre confía”.
– “La mejor decisión de mi vida” –
Nacida el 21 de octubre de 1995 en Caracas, Rojas llegó a Puerto La Cruz cuando la entonces boyante industria petrolera del área atrajo a su padrastro, Pedro Zapata, el hombre que la crió y a quien llama papá.
“Desde pequeña esa muchacha era buena en todo: kickingball, pelotica e’ goma (frontón), básquet, sóftbol, fútbol, todo”, relató Zapata en 2021 a la AFP.
Este exboxeador profesional fue quien llevó el gusto por el deporte a ese ranchito de Pozuelos, que acabó siendo arrastrado por el viento y la lluvia cuando la familia Rojas ya se había marchado.
El primer gran amor de la espigada joven, que siguió creciendo hasta alcanzar los 1,92 metros de altura, fue el voleibol pero un entrenador de atletismo, Jesús Velásquez, logró reclutarla para el deporte en el que iba a marcar una época.
Un primero de agosto de 2012, la extrovertida Rojas se quedó asombrada ante el oro olímpico de Limardo y se propuso tomar más en serio el atletismo para emular ese éxito: “Me metí en la cabeza que quería eso”, recordó.
Aunque Rojas llegó a ganar los Juegos Sudamericanos de 2014 en salto largo, ese mismo año decidió especializarse en el triple salto.
“Me enamoré perdidamente del triple. Ha sido la mejor decisión de mi vida”, contó Rojas.
En 2015 su vida cambió cuando Facebook le propuso como “amigo” a Iván Pedroso, el multicampeón cubano del salto largo .
Ella le mandó un mensaje diciéndole que era su ídolo y que le gustaría que le entrenara. Para su sorpresa, la estrella cubana le respondió que la venía siguiendo desde hace tiempo y estaba impresionado.
– La atleta récord –
Sin tiempo que perder, Rojas dejó Venezuela para trabajar con Pedroso en la ciudad española de Guadalajara, a las afueras de Madrid.
La atleta se ha mantenido públicamente alejada de las pugnas políticas en su país aunque sí se ha pronunciado en favor de los derechos de la comunidad LGBT.
Bajo la guía técnica y emocional del cubano, en 2016 la venezolana conquistó su primer título mundial bajo techo precisamente en Portland, a dos horas en auto de Eugene, y la plata olímpica de Rio de Janeiro, por detrás de la colombiana Caterine Ibargüen.
En España, Rojas también fichó por la sección de atletismo del FC Barcelona y luce su escudo en distintas competiciones.
Londres-2017 fue un paso de inflexión para la venezolana al destronar a su gran rival Ibargüen y atrapar su primer título mundial, al que después sumaría el de Doha-2019 y ahora el de Eugene.
Sin dejar de mejorar sus marcas, su consagración absoluta llegó el año pasado en el estadio Olímpico de Tokio, donde logró su sueño de emular a Limardo y convertirse en la primera venezolana en alcanzar un oro olímpico.
Lo hizo, además, asombrando al atletismo con un récord mundial de 15,67 metros.
Tan alegre como implacable, Rojas se superó a sí misma saltando en marzo hasta los 15,74 metros y sigue acercándose cada vez más a su meta autoimpuesta de volar un día hasta los 16.