«Sucedió que por aquellos días se fue Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios».
Señor, al escuchar tu palabra recordaba aquello de que evangelizamos con la palabra y la vida, y me daba cuenta que Tú enseñabas en todo momento a tus discípulos, aunque ellos no lo comprendieran en ese momento, y ahora, más de dos mil años después, sigues enseñándonos cómo vivir.
Nos has mostrado la importancia de la oración en comunidad, y también nos muestras la importancia de la oración personal.
No cualquier oración, «pasó la noche en oración con Dios», es decir un diálogo con tu Padre en el que el tiempo no importa, un diálogo de Amor en el que se comparte Vida, Sabiduría, Gracia; un compartir todo porque todo se vuelve importante cuando Aquel con quien dialogas es Alguien amado y que te ama.
¡Una oración que te da el discernimiento para elegir a tus apóstoles y la gracia divina que sanaba a quienes te tocaban!
Por eso nos das el ejemplo, para que comprendamos el valor de la oración, que es “diálogo de amor con quien sabemos nos ama”, en nuestra vida de discípulos.
En la oración encontraremos, como Tú, la sabiduría y el discernimiento para tomar las mejores decisiones, así como la Gracia para llevar tu palabra a quienes nos rodean.