Después de casi cuatro horas de memorable remontada, el serbio Novak Djokovic, derrotó este domingo al español Carlos Alcaraz en la final del Masters 1000 de Cincinnati y se tomó una revancha por su reciente derrota en Wimbledon.
Djokovic salvó una pelota de partido ante el número uno mundial, que sobrevivió a otras cuatro, hasta imponerse por 5-7, 7-6 (9/7) y 7-6 (7/4).
Con su tercer título en Cincinnati, tras los de 2018 y 2020, Djokovic agranda su récord de títulos de Masters 1000 a 39 y su palmarés total a 95 trofeos de ATP.
El serbio culminó un exitoso regreso a Estados Unidos después de dos años de ausencia e igualó el balance personal con Alcaraz a dos triunfos por bando antes de la gran batalla del Abierto de Estados Unidos (28 de agosto – 10 de septiembre).
“Va a ser muy duro para mí hablar ahora pero quiero felicitar a Novak”, dijo un emocionado Alcaraz en la ceremonia de premiación.
“Es increíble jugar contra ti, compartir la pista contigo, aprender de ti. Este partido ha estado muy ajustado pero he aprendido mucho de un campeón como tú”, le reconoció el prodigio español tras encajar la primera derrota de sus cinco finales de Masters 1000.
“Tanto que decir y tan poca energía”, comenzó su discurso Djokovic. “Me gustaría devolver el respeto a Carlos (…) Todos nos hemos quedado sin elogios para lo que haces en la pista. Eres una persona increíble y un campeón”.
“Pero chico, nunca te rindes. Me encanta eso de ti”, bromeó Djokovic, a quien Alcaraz le respondió: “Un español nunca muere”.
“Sí, he experimentado eso antes”, replicó con una sonrisa el serbio, curtido durante años de batallas ante Rafael Nadal.
– “Una montaña rusa” –
Tras el triunfo de la joven estadounidense Coco Gauff en la final femenina, Cincinnati vivió el tercer electrizante capítulo en solo tres meses del gran duelo generacional entre Alcaraz, el jugador llamado a dominar el futuro del tenis, y Djokovic, el mayor campeón de Grand Slams (23 títulos).
El español, de 20 años, y el serbio, de 36, se encontraban por primera vez sobre pista dura con el recuerdo aún muy vivo de la victoria de ‘Nole’ en arcilla en las semifinales de Roland Garros y de Alcaraz en la final en la hierba de Wimbledon.
Tras esa dolorosa caída, Djokovic se tomó un descanso hasta viajar a Estados Unidos, donde durante dos años no pudo competir por no vacunarse contra el coronavirus.
“Ha sido una montaña rusa, uno de los partidos más duros y emocionantes en los que he tomado parte”, aseguró Djokovic. “Se sintió casi más que una final de Grand Slam (…) Espero que volvamos a jugar otra vez en Nueva York. Sería genial para los aficionados, no sé si para mí”.
– Las mil vidas de Djokovic –
Djokovic, el maestro de todas las superficies, fue el más rápido en adaptarse a la extrema velocidad de la pista de Cincinnati, que dificultaba el temible juego en la red de Alcaraz.
El español logró levantar un 2-4 en contra en el primer set y se avanzó en el segundo con un quiebre temprano frente a un Djokovic que pareció resentirse del fuerte calor y humedad.
Tras recibir atención y bebidas para reforzar su energía, el serbio resurgió a lo grande para adjudicarse el segundo set en un trepidante ‘tiebreak’ en el que llegó a salvar una pelota de partido de Alcaraz.
Tras pagar su rabia con tres fuertes manotazos en el banquillo, por lo que necesitó tratamiento en la mano derecha, Alcaraz no pudo contener a Djokovic, que con las piernas recuperadas puso máxima presión sobre el español.
En el sexto juego martilleó hasta lograr el quiebre y estuvo a punto de zanjar el partido con otra ruptura de servicio pero Alcaraz salvó dos pelotas de partido, una de ellas tras un intercambio de museo.
El español sobrevivió a otras dos pelotas de partido, una de ellas por doble falta de Djokovic, en un grandioso juego de 12 minutos con el que igualó 5-5.
Con ambos jugadores ya disminuidos físicamente, el título se definió en otro ‘tiebreak’ en el que Alcaraz parecía tener también problemas en su mano derecha.
Djokovic vio cómo el español le igualaba su ventaja inicial de 3-0 pero ya estaba demasiado cerca de la meta y selló la final con su quinta bola de campeonato, rompiendo su camiseta por todas las emociones contenidas en tres horas y 49 minutos de pelea.