«Esto es lo único que te pide el Señor, tu Dios: que lo temas y sigas todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando sus mandamientos y sus preceptos, que hoy te prescribo para tu bien».
Todo comienza con el temor de Dios, con ese miedo a ofenderlo, a hacer algo que hiera su corazón de Padre.
A partir de ahí, todo está en seguirle, estar a su lado, obedecer; y, como obedecer sin amor es servilismo, nuestro seguimiento debe estar marcando por un amor que crece cada día, un amor que demuestra cuánto ama, cumpliendo con aquello que el mismo Señor pide, porque nunca nos pedirá nada, que no sea para nuestro bien.
Señor, concédeme una inteligencia dispuesta a conocerte cada día más para no ofenderte; un corazón que te ame más, cada día que pasa; y, una voluntad firme, que te sirva sin dudar nunca que todo lo bueno, viene sólo de Ti.