En un museo de Taipéi, antaño una antigua cárcel para prisioneros políticos, los visitantes se congratulan de la democracia moderna de Taiwán y forjan la identidad de la isla frente a la autoridad de China.
Situado en un parque de la capital, el Memorial del Terror Blanco de Jing-Mei es una recordatorio brutal de la historia de la isla.
Al final de la guerra civil china en 1949, los nacionalistas, derrotados, se refugiaron en Taiwán. Su partido único, el Kuomintang, gobernó la isla con mano de hierro durante décadas. Tribunales secretos juzgaban a las personas acusadas de haber ayudado a los comunistas del otro lado del estrecho de Taiwán. Miles de opositores fueron ejecutados y torturados.
“Supe que la gente era arrestada por haber protestado con el gobierno”, dijo Mars Hung, oficinista, tras visitar el museo que muestra la represión perpetrada entre 1947 y 1987.
“Somos tan libres ahora”, dice este hombre de 24 años. “Taiwán es sinónimo de democracia. No tenemos tantas restricciones como en China”, apostilla.
Taiwán vive bajo la amenaza de la China comunista, que considera la isla como parte de su territorio y está dispuesta a recuperarla aunque sea por la fuerza. La presión ha ido en aumento bajo el presidente Xi Jinping, quien dijo en 2019 que la “reunificación” con Taiwán era “inevitable”.
La mayor parte de taiwaneses no se sienten de origen chino y reivindican una nación soberana, que se ha forjado una identidad a partir de los ideales democráticos.
– “Un lugar libre y tranquilo” –
“Nací en Taiwán y vivo en Taiwán, así que soy taiwanesa”, afirma Angela Hung, de 50 años, empleada del museo Jing-Mei.
“Es un lugar libre y tranquilo (…) Espero que nuestra forma de vida actual se mantenga”, cuenta.
La amenaza de Pekín, que dura desde hace décadas, ha reforzado la identidad de los 23 millones de habitantes de la isla, explica Rick Lai, estudiante de Historia.
“Este sentimiento de inseguridad hace que los taiwaneses sean más conscientes de lo que son”, abunda este hombre de 22 años.
Alrededor del 60% de los habitante se siente claramente taiwanés, más del triple que en los años 1990, según un sondeo reciente.
El apego a la identidad china ha caído drásticamente, del 25% a menos del 3%. Y un tercio se siente taiwanés y chino a la vez.
Sólo un poco más de 1% de los taiwaneses desea que la isla se unifique con la China continental. Y una inmensa mayoría rechaza la idea de pasar bajo el control del Partido Comunista Chino.
– “Taiwán es Taiwán” –
La oposición a Pekín no es la única razón que impulsa esta identidad nacional taiwanesa, analiza Sydney Yueh, investigadora especializada en Taiwán en la Universidad de Misuri.
En su opinión, es la fuerza de las instituciones y las libertades sociales de la isla la que permite a los habitantes “considerar su modo de vida diferente, incluso superior, al de los chinos”.
Ciertos taiwaneses consideran que su vínculo histórico con China no se puede ignorar y afirman que la democracia de la isla es lo único que los diferencia.
Algunos comentarios pro-China suscitan temor de cara a las elecciones presidenciales del año que viene.
“Estoy preocupado por nuestro propio cambio de gobierno. Nuestros dirigentes políticos, por ejemplo, ¿se identificarán con Taiwán?”, se pregunta Thousand Hung, de 20 años.
Para Sam Chen, vendedor de 50 años, la identidad de Taiwán ya está grabada a fuego.
“Pueden pensar que les pertenecemos, pero somos distintos y diferentes (…) Ya somos independiente”, reitera.
“Taiwán es Taiwán, China es China”, zanja.