Agachado en un pequeño bosque, el jefe de un comando de las fuerzas especiales ucranianas explica a sus soldados la ruta para contrarrestar una ofensiva rusa al norte de Bajmut, en el este de Ucrania.
El objetivo es defender el pueblo de Grygorivka, atacado el martes por la artillería enemiga. La toma de esta localidad por los soldados rusos y el grupo paramilitar Wagner encerraría aún más Bajmut, a una decena de kilómetros, donde se desarrolla la batalla más larga y sangrienta desde el inicio de la invasión rusa.
“Nuestra misión es detener el ataque enemigo y apoyar a nuestras tropas de infantería con artillería”, explica el jefe del comando, que desea conservar el anonimato.
Encapuchados, llevando cascos y pequeñas mochilas camufladas, el grupo de soldados de élite está equipado con fusiles de asalto TAR-21 -un arma israelí fabricada bajo licencia ucraniana-, con mira telescópica y silenciador, fusiles ametralladoras y lanzacohetes antitanque.
Alrededor de Bajmut, el chasquido de los disparos de la artillería ucraniana y el ruido sordo de los ataques rusos cercanos, o ucranianos más lejanos, es incesante.
Grygorivka se encuentra a pocos kilómetros al oeste de los pueblos de Orikhovo Vassilivka y Bogdanivka, donde las fuerzas ucranianas “rechazaron ataques” de los rusos, indicó el martes por la noche el estado mayor en Kiev en su informe diario.
“La situación es difícil, pero la controlamos”, asegura el jefe del comando, de 45 años. “Somos capaces de luchar, pero sufrimos pérdidas debido a la enorme cantidad de artillería con la que dispone el enemigo. Por eso debemos retroceder, pero a veces avanzamos. Están tratando de tomar Bogdanivka, y luego Tchassiv Iar, para encerrar aún más Bajmut”, agrega.
Tchassiv Iar, la primera ciudad al oeste de Bajmut, fue blanco de bombardeos el martes que afectaron e incendiaron viviendas deshabitadas.
– Cada uno hace lo puede, donde puede –
Estacionado al lado de la carretera, Max, de 40 años, operador de drones y apodado “bombardero”, acaba de lanzar un pequeño dispositivo bajo el cual fijó una granada de mano.
El avión teledirigido vuela hacia un bosque a unos 6 km de distancia, donde se encuentran soldados rusos. En la pantalla se observa el paisaje, la imagen es nítida.
El dron llega sobre el bosque y se coloca a una altitud de unos 20 m. A último momento Max pierde el control, la granada es lanzada pero erra el objetivo.
Los rusos “bloquean el avión no tripulado cortando la señal entre éste y el control remoto. Cuando el dron está fuera de control, comienza a descender y le disparan”, explica el operador, después de recuperar el artefacto, que lleva los estigmas de los arañazos de las balas.
El hombre explica haber perdido tres drones el día anterior, un total de 62 desde el comienzo de la invasión.
“Rusia invirtió durante años en sus medios de guerra radioelectrónicos. Son muy eficaces”, señala “Zyma”, jefe de un destacamento de dronistas ucranianos que operan en el sur.
Según él, los rusos utilizan toda una gama de equipos para “aturdir” o incluso “falsificar” las señales de los drones ucranianos y derribarlos.
“Cada uno hace lo que puede, donde puede”, añade Max. “Estas tecnologías nos permiten fijar objetivos de matar a diez ‘orcos’ por día”, detalla utilizando un apodo peyorativo para los enemigos rusos.
“Observo los resultados positivos de mi trabajo. Puedo usar mi tiempo y mis municiones de manera eficiente. Esto me hace feliz”, añade el militar.