«Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: No endurezcan su corazón».
Ojalá, hoy, no nos cerremos a tu voluntad, a tu amor que derrama un «agua pura que brota hasta la Vida Eterna».
Ojalá, hoy, no tengas que decirnos: «Si conocieras el don de Dios»; no tengas que decirnos «ustedes adoran lo que no conocen».
A la mitad de la Cuaresma, Señor, golpea fuerte la roca de mi corazón para que brote esperanza, para que deje de murmurar y me ponga en camino. Ayúdame a poder «levantar los ojos para ver que los campos ya maduran para la ciega».
Tú, no has dejado de trabajar y yo no puedo desperdiciar más el tiempo sin renovar mi bautismo, en vivir, sentir y actuar como tu discípulo.
Hoy, más que nunca, ¡el mundo tiene sed de Ti! Porque no se han enterado que «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros» y como la Samaritana yo debo ser tu testigo, porque me has «dicho todo lo que soy» y aún así me amas.