El don de la pureza es gracia conseguida, y esta se obtiene con la mortificación.
Esta mañana mi amable Jesús ha comenzado a hacer sus acostumbradas demoras.
Sea siempre bendito; de verdad que se necesita una paciencia de santo para soportarlo, y hay que tratar con Jesús para saber cuánta paciencia se necesita.
Quien no lo experimenta no puede creerlo y es casi imposible no tener algún pequeño disgusto con Él. Entonces, después de haber usado la paciencia al esperarlo y esperarlo, finalmente ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, el don de la pureza no es don natural, sino que es gracia conseguida, y esta se obtiene con volverse atractiva, y el alma se hace tal con la mortificación y los sufrimientos.
¡Oh, cómo se vuelve atractiva el alma mortificada y sufriente, cómo es hermosa, y Yo siento tal atracción hacia ella que enloquezco por esta alma y todo lo que quiere le doy.
Tú, cuando estés privada de Mí, sufre mi privación, que es la pena más dolorosa para ti, por amor mío, y Yo sentiré más atracción que antes y te concederé nuevos dones.”